Cumple Pablo

By 21 de mayo de 2021Sin categoría

Hace poco revisé los ejercicios que uno de mis alumnos tenía para el día siguiente. Estaban escritos en la esquina derecha inferior de la casilla del miércoles. Y ponía: redacción de Inglés, cinco ejercicios de lengua, cuatro de sociales, nueve de matemáticas y acabar el dibujo de plástica empezado en clase. 


Entonces mi mirada subió unos cuantos centímetros debido a tres palabras escritas que, con infinidad de colores, ocupaban el resto de la casilla. Ahí ponía: CUMPLE DE PABLO. Y al verlo mi cabeza hizo cálculos. A las 17:15 salía del colegio, a las 17:30 venía a mi clase y al acabar habría que decidir entre hacer los deberes o acudir a la fiesta de Pablo. Ambas cosas no podían se posibles ya que no creo que la fiesta de Pablo fuese por la noche y hasta altas horas de la madrugada. 


Aquello hizo que se volviera a abrir mi debate interno sobre los deberes. Siempre me he decantado a favor de ellos ya que los veo como el único método de asimilar un conocimiento. La práctica hace al maestro y los ejercicios, trabajos, resúmenes, etc, son un buen método para que los alumnos absorban la máxima cantidad de conocimiento. 

Pero creo que hay dos aspectos a tener en cuenta a la hora de abordar el tema de la tarea de casa. Primero, la cantidad. El que aquella tarde en la agenda de mi alumno hubiera tantos ejercicios solo se explica con la falta de comunicación entre profesores/as. No creo que el/la profesor/a de matemáticas tuviera conocimiento de la tarea que había mandado para casa el/a de lengua y viceversa. No digo que sea excesiva la cantidad de actividades/ejercicios que había por asignatura pero si la tarea en general que tenía el alumno. Si no existe dicha comunicación, el trabajo de casa carece de sentido. El segundo aspecto a tratar es el objetivo en sí de dicha práctica. Si ahora mismo alguien me mandara cuarenta sumas para hacer cuando llegara a casa en poco tiempo las tendría hechas. Sería así gracias a quien me enseñó a sumar y a que con treinta años nadie tendría dificultad para hacerlo. Es un conocimiento que en su momento recibí, asimilé y absorbí. En definitiva, una práctica que manejo y en la que puedo defenderme. Pero, ¿y si por la mañana, en  menos de una hora, alguien me explicara un tema que hasta el momento desconocía y me mandara ejercicios para casa? Yo, a mis treinta años, lo primero que haría sería no hacer dicha tarea. No porque no quisiera hacerla, sino porque no tendría conocimiento suficiente como para hacerla. 


Pues lo mismo pasa con los/as alumnos/as. En muchas ocasiones se sientan delante de su escritorio sin idea de lo que les pide un ejercicio. Sin saber por donde empezar al hacer un mapa conceptual o un resumen. Con eso llego a la conclusión de que no sirve de nada la práctica sin haber trabajado bien la teoría, sea cual sea la asignatura. No podemos caer en el error de pensar que los alumno/as son máquinas a las que se les instala un programa y ejecutan una función. Son más bien lienzos en blanco a los que hay que ayudar a pintarse.

Creo en los deberes como mejor forma de consolidar un conocimiento. Pero no, mi alumno no fue al cumpleaños de su amigo por tener al día siguiente la tarea hecha.