Miedo al suspenso

By 22 de abril de 2021Sin categoría

Llegamos a la recta final del curso y en la mente de todos (docentes, familias y alumnos/as) revolotea una idea que, si no se consigue frenar, puede acabar perjudicándonos. Nadie podrá negar que estamos en el punto clave, en la etapa del año en la que es todo o nada. Es el momento en el que nos damos cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo y que, a muchos, como siempre, nos ha pillado el toro.


Es entonces cuando llega el mayor miedo que existe en toda vida escolar. El miedo al suspenso, el miedo a sentirse menos y quedarse atrás. Y este miedo es el que hace que un niño deje de ser estudiante para convertirse en una máquina sin margen de error. Lo que no entendemos es que una máquina nace preparada mientras que un niño nace para ser preparado.

Está claro que no podemos generalizar y que cada mente es un mundo, pero ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Creo que nadie podría exigir a alguien que todavía no sabe pedalear que ganase el Tour de Francia o a alguien que no sepa la escala musical que cante como Frank Sinatra. Entonces, ¿por qué exigimos a los alumnos que aprueben y no que aprendan? ¿Por qué damos tanta importancia al suspenso?.

Hemos entrado en un laberinto y la única salida está en el método. Llevamos decenas de años poniendo a los niños frente a una pizarra y seguimos teniendo los mismos resultados. Exigimos que aprueben sin platearnos lo que han aprendido. Pasan los años y, en asignaturas como matemáticas, enseñamos siempre lo mismo. ¿Cómo podemos tardar tanto en enseñar álgebra si cuando un niño aprende a sumar ya está resolviendo una ecuación? ¿Cómo podemos dejar que pase el tiempo y que los niños no sepan que una fracción es lo mismo que una división?

He ahí la cuestión. Queremos que aprueben sin aprender. Queremos que se esfuercen cuando no tienen las herramientas adecuadas para hacerlo bien. No podemos permitir que los niños deambulen por su vida escolar como máquinas perfectamente engrasadas y diseñadas para aprobar. Solo tenemos que fijarnos en la historia, progresamos porque hubo y hay gente con los conocimientos adecuados, no por sacar dieces o cincos “pelados”.

Suspender no es fracasar. El verdadero fracaso viene cuando un alumno no aprende o cuando no necesita saber más. Y lo vemos en el brillo de sus ojos cuando, delante de un tema que les era imposible entender, empiezan a comprender y a quererlo aprender.

Y eso si que da verdadero miedo. No podemos seguir enseñando para evitar un suspenso. Hay que enseñar para que aprendan y siempre quieran saber algo nuevo.